A todos nos ha pasado: ver un rostro familiar, su nombre no nos viene a la cabeza. Esta situación es bastante común, especialmente en mayores, y tiene una explicación científica.
Nuestro cerebro almacena las caras a través de la memoria visual y con conexiones emocionales. En cambio, los nombres son etiquetas arbitrarias sin un contexto que facilite su recuperación. Estos olvidos con la edad se hacen más evidentes, pero no siempre es un síntoma de deterioro cognitivo.
En resumen, recordar un rostro implica reconocimiento (¿lo he visto antes?), mientras que acordarse de un nombre requiere un proceso de recuperación activa de la memoria, algo que es mucho más complejo.
Trucos para recordar nombres
– Asociaciones visuales: una de las más eficaces es la asociación del nombre con algún rasgo distintivo de la persona o con otra persona con el mismo nombre.
– Imágenes mentales: crear una imagen mental que vincule el nombre con un objeto o situación concreta. Por ejemplo, si conoces a una Rosa que es muy alta, imaginar que está junto a una gran escalera.
– Repetición: por ejemplo, decir el nombre en voz alta durante la conversación (“Encantada de conocerte, Maialen”), ayuda a fijarlo en la memoria.
– Organizar los nombres por grupos (familia, amigos, trabajo) o según el contexto ( vecinos, club de monte), facilita la conexión entre elementos y hace que sean más fáciles de recuperar en la memoria a largo plazo.
– Crear mapas sociales: usar fotos con nombres de personas cercanas puede mejorar la retención.
– Técnicas grupales: participar en actividades grupales como, por ejemplo, cada persona dice su nombre acompañado de un gesto. Este ejercicio refuerza la memoria visual y verbal.
Cuidar el cerebro para fortalecer la memoria
Para muchas personas, olvidar un nombre puede parecer un detalle sin importancia, pero en adultos mayores puede generar inseguridad y afectar incluso a su bienestar emocional.
Adoptar hábitos saludables, como una alimentación equilibrada, ejercicio regular y una vida social activa, benefician el rendimiento cognitivo. Además, realizar actividades como leer, aprender un nuevo idioma o tocar un instrumento, estimula la memoria y la flexibilidad mental.
Dormir también es esencial para consolidar los recuerdos. El estrés y la falta de sueño afectan a la atención y el procesamiento de la información.
En definitiva, cuanto más ejercitemos nuestra mente y cuidemos nuestro bienestar, mayor será nuestra capacidad para recordar nombres y otros datos importantes a lo largo del tiempo.